miércoles, 10 de enero de 2018

La casa imaginaria, de Pilar Mateos




La casa imaginaria
de Pilar Mateos

Jesús Guerra

La casa imaginaria es un libro entre infantil y juvenil, digamos para lectores que tienen de diez años en adelante (tan adelante que apuesto a que lo disfrutarán muchísimo los jóvenes de 65, 70 o 90 años), o, como lo clasifica el Fondo de Cultura Económica, «Para los que leen bien», que es una de las clasificaciones de la colección A la Orilla del Viento, a la que pertenece este volumen. Es un libro que se publicó por primera vez en 1994 y que ha tenido hasta el momento 15 reimpresiones, la más reciente del año pasado, así que se trata de un librito que se consigue con facilidad.

Esta narración es obra de la escritora española Pilar Mateos, nacida en la ciudad de Valladolid en 1942, o sea que cuando publicó este libro tenía 52 años, y ahora tiene 75. Ha sido una autora prolífica y aunque es conocida sobre todo por sus libros para niños y para jóvenes, ha escrito también novelas, obras de teatro, teatro para radio y guiones para televisión, y su obra, además de España y América Latina, es conocida en otras regiones y otras lenguas del planeta pues algunos de sus libros han sido traducidos a idiomas como el coreano, el chino, al árabe, el italiano, el francés, el portugués, el alemán, el inglés, y otros más.

La casa imaginaria es un relato de verdad sorprendente, en primer lugar, por su argumento; en segundo, por su lenguaje —sencillo y comprensible, pero con un aire poético que hace que su lectura sea deliciosa—, y en tercer lugar, por su gran imaginación, cosa que, bien mirado, nos lo advierte la autora desde el título: La casa imaginaria... Una casa imaginaria que es, también, la casa de la imaginación.

La narradora es una niña de unos 10 años llamada Claudia, y ella dice que además de la casa en la que habita con sus papás y con su hermano, vive también en una casa imaginaria. Sus papás no entienden muy bien a lo que se refiere con esto y su hermano mayor la regaña diciéndole que las casas imaginarias no existen. La que sí le cree es su nueva amiga, Valentina, una chica africana que acaba de entrar a su escuela.


Portada de la primera edición


Aparentemente no pueden ser más diferentes las dos jovencitas: Claudia es retraída y tímida (lo que por otra parte la ayuda a tener eso que llamamos «una gran imaginación»), y Valentina, que es más alta, más ágil y parece no tenerle miedo a nadie. Pero las dos niñas establecen una inmediata conexión amistosa, quizá porque ambas están algo solas. Claudia porque está en ese punto en su vida en que le da miedo crecer y siente que a su alrededor todo cambia, incluida la relación que tiene con sus padres y la que tiene con su hermano mayor, quien, dice ella, ya no es tan cariñoso como antes... Y Valentina porque es una inmigrante africana en España, y su familia es muy pobre, y su papá, que es un pintor de mucho talento, no tiene dinero para comprar telas en dónde pintar.

Evidentemente, las dos niñas, o más bien las dos jovencitas, tienen otra cosa en común: una imaginación muy activa. Valentina, por ejemplo, ha decidido cumplir años de dos en dos, es decir, celebrar doble-cumpleaños, y planea pasar de los 10 a los 12, y luego a los 14, para poder sacar su permiso de manejo antes que su hermano mayor... Ella, al contrario de su amiga, está desesperada por crecer. Y al llegar su doble-cumpleaños prefiere pasarlo con su amiga Claudia, la cual recientemente le reveló el secreto de su casa imaginaria, así que, sin invitación, le dice a su amiga que quiere ir con ella a conocer su casa imaginaria para celebrar su fiesta entre las dos.

En un primer momento, Claudia no está muy convencida de la propuesta, pues sabe que las casas imaginarias son más bien de uso personal, pero finalmente decide llevar a Valentina con ella. Entran a la buhardilla de Claudia, y en un principio Valentina se siente decepcionada: ve una buhardilla medio oscura, con el piso un tanto roto y las cosas en desorden, y en el pequeño refrigerador no encuentra nieve de diversos sabores sino únicamente dos pequeños pedazos de queso. Y es que Valentina aún no entiende que es ella quien debe mirar de manera diferente para poder ver lo que Claudia ve ahí... Entonces Valentina encuentra una puerta, una puerta que siempre ha estado cerrada y para la que Claudia nunca ha encontrado la llave. Pero Valentina decide que deben entrar porque es ahí en donde deben de estar las maravillas de esa casa imaginaria.

Valentina, con una energía que sorprende a Claudia, se pone a buscar por todas partes, hasta que encuentra un llavero con tres llaves que a primera vista parecen idénticas. Prueban con la primera llave y la puerta se abre... Y por supuesto, aunque tengo muchas ganas de contarles qué es lo que encuentran al otro lado de esa puerta, no se los puedo decir, porque es imprescindible que sean ustedes mismos quienes lo descubran al leer este relato extraordinario, imaginativo, mágico, tierno y también muy divertido. ¿Quieren entrar a La casa imaginaria?

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La casa imaginaria. Pilar Mateos. Fondo de Cultura Económica, colección A la Orilla del Viento. Ilustraciones de Mauricio Gómez Morin. Clasificado «Para los que leen bien». 80 págs.





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