martes, 29 de enero de 2019

Ecos del desierto, de Silvia Dubovoy






Ecos del desierto
de Silvia Dubovoy

Jesús Guerra

El libro está escrito como cartas a Tlaladi Vi, y no es sino hasta la mitad del volumen que nos enteramos de que Tlaladi Vi significa «viento protector». Las cartas están escritas por Miguel Contreras, un muchacho de Oaxaca, de un pueblito llamado Cuicatlán, que vive con su mamá, su papá y su hermana menor, Carmelita. El papá de Miguel hace ladrillos, y Miguel sabe que si se queda ahí su futuro será hacer ladrillos también. Pero él quiere otra cosa, otro futuro, aunque de momento no sabe qué. Pero un día, aprovechando que tiene tíos y tías en Phoenix, Arizona, decide que se quiere ir para allá. A sus papás no les gusta la idea, pero saben que su hijo tiene derecho a forjarse un futuro. Así que se comunican con los tíos de Phoenix, y éstos les recomiendan a un hombre al que conocen bien para que pase a Miguel por la frontera.

El papá de Miguel consigue prestada la mitad del dinero del viaje y los tíos pagarán la otra parte, a la llegada de Miguel. Así, Miguel se va en autobús hasta la ciudad de Nogales, Sonora, en la frontera norte del país. Allá lo busca el hombre recomendado por sus tíos, llamado Martín, y unos días después, cuando ya está el grupo completo, se van por el desierto rumbo a la frontera. El viaje es peligrosísimo, por los animales y los insectos del desierto, por el calor que hace de día, que a veces sube hasta 60 grados centígrados, por la fuerza del sol, por el cansancio, pues aunque viajan de noche (para evitar el calor y para que, ya cerca de la frontera, no los vean los agentes norteamericanos), van cargados con comida y con agua, además de que es difícil ver por dónde van aunque haya luna llena. Son varias noches de caminata, recorren muchos kilómetros.

A Miguel se le encajan unas espinas que atraviesan la suela de sus tenis. Dos señoras del grupo lo curan y le ponen una pomada. Esas heridas le complican mucho el resto del viaje al joven oaxaqueño. Lo único que lo sostiene en los peores momentos es el recuerdo de sus padres y de su hermana, su sueño de un futuro mejor en los Estados Unidos, y la música que toca él mismo en una pequeña flauta de barro hecha por su mamá, y que le regaló cuando él era un niño.

Al llegar al muro que marca la frontera, Martín se asoma —pues por el lado mexicano el muro ha sido arreglado, por las personas que cruzan a los migrantes, para que tenga escalones—, y cuando ve que la persona que lo ayuda y que está del lado de los Estados Unidos le hace unas señales luminosas, les da la orden de cruzar. Lo tienen que hacer por grupos pequeños. Del otro lado, por supuesto, no hay escalones y tienen que saltar. La indicación es saltar, correr y esconderse entre los matorrales. Martín lo logra a pesar de las heridas de sus pies. No todos los del grupo lo pueden hacer. Algunos caen mal, se lastiman, y para cuando se levantan los detienen agentes norteamericanos que patrullan los puntos de cruce de la frontera. Más tarde, pasa a recogerlos un amigo de Martín. Y todavía falta el viaje hasta Phoenix...

Cuando Miguel llega a la casa de sus tíos se sorprende: la casa es muy grande y tiene muchas comodidades. Y, además, porque los tíos que conocía como Guillermo, Teresa, Antonio y María, allá se llaman Will, Terry, Tony y Mary. Y ellos lo llaman Mike.

Sus tíos son jardineros y tienen su propia empresa. Arreglan jardines de casas, de negocios y hasta de campos de golf. Les va muy bien y Miguel, es decir Mike, trabaja con ellos. Es importante subrayar que Miguel es un joven inteligente, talentoso, atento, y muy disciplinado. Quería irse a los Estados Unidos con sus tíos, y lo logró. Junto dinero, le pagó a su papá y a sus tíos el dinero de su viaje, tomó clases de inglés, y luego de más de un año de vivir y trabajar con sus tíos se dio cuenta que aún no alcanzaba lo que quería...

Pero ya no les cuento nada más. Si quieren saber qué quería Miguel para su futuro, y todo lo que tuvo que hacer para lograrlo, tienen que leer este estupendo e interesantísimo relato.

Silvia Dubovoy es una escritora mexicana que se ha desempeñado como investigadora en la UNAM. Comenzó a escribir relatos para niños y jóvenes a raíz del nacimiento de sus nietos. Las espléndidas ilustraciones de este volumen son de René Almanza, un artista visual nacido en Monterrey, Nuevo León.

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Ecos del desierto. Silvia Dubovoy. Ilustraciones de René Almanza. Fondo de Cultura Económica, colección A la Orilla del Viento (1a. edición: 2007; 6a. reimpresión: 2017). Clasificación: Para los que leen bien. 64 págs.




jueves, 17 de enero de 2019

Volar, de Yolanda Reyes






Volar
de Yolanda Reyes

Jesús Guerra

En un vuelo desde un país vecino de Colombia con destino a Bogotá, coinciden, en asientos vecinos, una señora (en el asiento 8A) y un niño de 10 años, llamado Juan Diego (en el asiento 8B). El niño viaja solo y ha sido encargado al personal de la aerolínea. La azafata, a su vez, le pide a la señora del 8A que, en lo posible, cuide al niño, y de ser necesario lo ayude a ponerse la mascarilla de oxígeno.

A la señora, que lleva un iPad y tiene un trabajo de escritura pendiente (además de la esperanza, hasta el último minuto, de que el asiento de al lado fuera vacío), no le hace mucha gracia el encargo, pero acepta. Teme, eso sí, que el niño vaya a ser una molestia durante el vuelo y no la deje escribir. Ella ha sido invitada a dar una conferencia en Bogotá y tiene que terminar su texto.

A su vez, a Juan Diego tampoco le hace ninguna gracia esa señora con cara de enojada que está a su lado, y menos que a ella le haya tocado el asiento de la ventanilla.

Ella tiene sus preocupaciones. Le da miedo volver. Es la primera vez que regresa a su país luego de su liberación, pues estuvo secuestrada. Juan Diego tiene sus preocupaciones propias. Va de regreso a su ciudad en donde vive con su mamá, y viene de pasar dos meses de vacaciones en casa de su papá y de su nueva esposa, la cual está embarazada y va a tener una niña. Lo cual significa que Juan Diego va a tener una hermanita, algo enigmático para el niño. Juan Diego espera que su papá le haya comunicado ya por teléfono a su mamá que Cris, su nueva esposa, va a tener una bebé. El niño no quiere cargar con el secreto y sabe que la noticia le va a doler a su mamá. Además, a él le cae bien Cris y se lleva bien con ella... Pero esas son cosas que prefiere no tener que decirle a su mamá.

En un momento del vuelo pasan por una zona de turbulencia. Tanto Juan Diego como la señora de al lado se agarran fuerte a sus descansabrazos. Ambos tienen miedo. Es inevitable en momentos así. Pero cada uno, por su lado, se da a la tarea de platicarle cosas a su vecino de asiento para tranquilizarlo, fingiendo sentir menos miedo del que en realidad sienten. Es así como comienzan realmente una conversación el niño y la señora.

Hablan de aviones, claro; de viajes... pero también de la familia, de los padres y de los hermanos, del amor, del divorcio, de perros, de animales de peluche, de la comida de dan en los aviones, de secretos. Ella le ayuda al niño a subir y bajar cosas de la mochila que va en el compartimiento superior. El niño le explica algunas cosas sobre aviones —su pasión— a la señora.

Al final del viaje tanto la señora como el niño se han dado cuenta de que tienen más cosas en común, con esa persona a la que en un principio vieron con desconfianza y molestia, de las que podían haberse imaginado, y se establece una complicidad, una amistad, un lazo de unión, por efímero que sea.

La verdad es que tienen que leer este interesantísimo relato, que es también emotivo y sumamente entretenido. Los puntos de vista de la señora y del niño están muy bien planteados, y tanto los diálogos como los pensamientos de los personajes son muy ilustrativos y divertidos.

Yolanda Reyes, la autora, es una escritora colombiana, directora de Espantapájaros, un proyecto de formación de lectores desde la infancia. Entre sus obras destacan El terror de Sexto «B» (premio Fundalectura 1994 y seleccionado White Ravens); Los años terribles, con la que obtuvo una beca del Ministerio de Cultura; Los agujeros negros (elegida para la colección Los Derechos de los Niños); y Una cama para tres (seleccionada también para White Ravens). Entre sus obras para adultos destacan Pasajera en tránsito (elegida por la revista Arcadia entre los mejores diez libros de 2007) y Qué raro que me llame Federico.  

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Volar. Yolanda Reyes. Ilustraciones de José Rosero. Fondo de Cultura Económica, colección A la Orilla del Viento. 56 págs.



sábado, 5 de enero de 2019

Emilio y el viaje sin tesoro, de Carmen Leñero






Emilio y el viaje sin tesoro
de Carmen Leñero

Jesús Guerra

Emilio y el viaje sin tesoro es una novela corta para niños y jóvenes, más o menos de los 11 años en adelante, escrita por la mexicana Carmen Leñero, a quien le debemos libros como ¡Es una traviesa esa raya! y Lucas afuera, Lucas adentro.

El personaje central es un chavo de 11 años llamado Emilio Uribe Carrasco, que está en quinto de primaria. Tiene una vida común y corriente. Tiene amigos, aunque dos son sus mejores amigos, Emma y Carlos. Sus papás, como todos los papás del mundo, a veces se pelean y aunque Emilio se da cuenta, ellos tratan de ocutlárselo, lo cual también es normal. Va a la escuela y es un muy buen alumno, y casi siempre saca buenas calificaciones; es bastante inteligente pero, sobre todo, es muy curioso, así que utiliza los libros de su papá y la computadora de la casa para buscar información de las cosas que le interesan. Y cuando ve la tele no sólo ve caricaturas, sino también documentales, porque realmente le interesa aprender, así que para él las clases son bastante sencillas.

Pero además de inteligente y curioso, Emilio tiene una imaginación muy grande. Y no le gusta dormirse temprano, pero debe hacerlo porque sus papás lo mandan a la cama para que en las mañanas se pueda levantar sin problemas para ir a la escuela. Además, como a casi todos los niños, no le gusta la oscuridad, pero tiene la ventaja de que a través de las persianas de su recámara se filtra la luz de las tiendas que están frente a su casa.

Cuando lo mandan a dormir, Emilio tiene un pequeño ritual en el cual, con herramientas imaginarias, construye una especie de fortaleza alrededor de su cama, para sentirse a salvo y dormir tranquilo. Hasta que una noche su imaginación le muestra que, por las sombras que se proyectan en su cuarto, en lugar de una fortaleza podría construir un barco, uno de los antiguos que conoce por sus clases de historia, algo así como una carabela o un barco pirata.

A partir de esta noche en que Emilio construye un barco imaginario, el argumento de esta novela discurre en dos subtramas paralelas: la vida diurna de Emilio, con sus amigos, la escuela y sus papás, y las aventuras soñadas por Emilio, que se desarrollan en su barco. Por supueso, de día Emilio recuerda sus aventuras marítimas, y a veces hasta realiza investigaciones que le serán útiles en sus aventuras soñadas, pero algunas veces, de manera misteriosa, tiene aventuras misteriosas en su barco cuya explicación descubre después, de día, mientras estudia o ve algún documental en la tele.

Otras veces, sus aventuras están influidas por acontecimientos de la vida diurna de Emilio, como la tragedia ocurrida en su escuela, cuando Marcos, un compañero de la escuela, muere en una clase de gimnasia por golpearse la cabeza. En las noches que siguieron a la muerte de Marcos, éste apareció, como fantasma, en el barco de Emilio, y le pidió de favor que lo llevara en su nave a la Orilla Blanca. Un lugar, según algunos marineros, al que es sencillo llegar pero del que es difícil salir. Emilio entiende que es algo así como la tierra de los muertos y considera que es su deber llevar hasta allá al fantasma de Marcos, y eso lo enfrenta a su contramaestre, quien insiste en que deberían, mejor, de ir en busca de un tesoro.

Esta novela también nos cuenta algunas cosas interesantes de otras personas que están o estuvieron en la vida de Emilio, como su fallecido abuelo, al que le decían Pipo, que era un hombre muy simpático, de risa franca, a quien le gustaba mucho el lenguaje. Sus aventuras nocturnas en el mar son un secreto de Emilio, pero se imagina que si se las platicara a su abuelo, éste no se burlaría de él ni dejaría de hacerle caso. Lo imagina diciéndole algo como «¡Oye, qué interesante!»

Esta historia también nos habla de la madre de Emilio, una mujer muy ocupada pues tiene un trabajo importante, pero es una mujer que siempre está pendiente de su hijo, aunque Emilio no siempre se da cuenta. Y el padre de Emilio, aunque como casi todos los adultos, es una persona que ya no tiene tiempo para la imaginación y la fantasía, secretamente se acuerda de uno de sus libros preferidos cuado era niño: «La isla del tesoro».

Emilio y el viaje sin tesoro es una novela breve, sumamente interesante, llena de significado, desbordante de imaginación y muy, muy bien escrita. Su autora, Carmen Leñero, nació en la Ciudad de México, estudió teatro y es doctora en Letras; y ha ganado diversos premios con sus libros infantiles.

Si quieren saber cuáles son las aventuras marítimas de Emilio y cómo se salva de los peligros que enfrenta, no tienen más que conseguir y leer esta interesantísima novela corta.

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Emilio y el viaje sin tesoro. Carmen Leñero. Ilustraciones de Xan López Domínguez. Fondo de Cultura Económica, colección A la Orilla del Viento. Clasificación: Para los grandes lectores. México. 1a. ed. 2009; 6a. reimpresión 2016. 132 págs.

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