La casa con un
reloj en sus paredes
de John Bellairs
Jesús Guerra
La historia transcurre en el año 1948. Lewis Barnavelt tenía 10 años y hacía poco sus padres habían fallecido en un trágico accidente automovilístico. Por fortuna, Lewis tenía un tío —hermano de su padre—, llamado Jonathan van Olden Barnavelt —a quien Lewis nunca había conocido—, con quien podía vivir. Así, Lewis se fue en autobús del condado de Milwakee en donde hasta entonces residía, al pueblo de New Zebedee, en el condado de Capharnaum, en el estado de Michigan. Al llegar, lo recibió Jonathan —un hombre regordete y simpático— y lo llevó a su casa, que sería a partir de entonces, también la casa de Lewis.
Al recién llegado le impresionó: era una mansión preciosa, aunque vieja y algo siniestra. Al llegar conoció a la señora Florence Zimmermann, amiga y vecina de su tío. De inmediato, Lewis se dio cuenta de que eran algo excéntricos los dos, pero buenas personas y muy amables con él. Otra cosa que llamó su atención fue la enorme cantidad de relojes que tenía su tío, todos funcionando y haciendo tic-tac por toda la casa.
Con el paso de los días, Lewis se fue enterando, por conversaciones con su tío y su vecina, que Jonathan apenas tenía cinco años viviendo en esa casa, la cual compró cuando murió su antiguo residente, un poderoso hechicero llamado Isaac Izard, el cual, al parecer, había escondido un reloj mágico en algún lugar de la casa, cuyo tic-tac se escuchaba, a veces muy fuerte, a veces apenas perceptible, tras cada una de las paredes de la mansión. Por eso Jonathan tenía tantos relojes, para acallar el sonido de ese reloj fantasmal. Jonathan y la señora Zimmermann sospechaban que ese reloj tenía un propósito, y suponían que no debía de ser nada bueno, pero desconocían cuál podría ser.
Cuando por fin llegó la fecha de que Lewis entrara a su nueva escuela, le pasó lo mismo que le pasaba en la anterior: que no tenía amigos, porque era gordito y malísimo para los deportes. Sin embargo, una tarde, comenzó a jugar con él Tarby, el niño más popular de la escuela, y el jugador estrella de todos los deportes. La razón era que Tarby se había roto un brazo y no podía hacer deporte con los demás.
Lewis estaba encantado. Así que una noche invitó a su amigo a cenar a su casa para que su tío hiciera algo de magia. Y, en efecto, Lewis, Jonathan y Florence se la pasaron de maravilla, pero la verdad es que Tarby se asustó, aunque por supuesto nunca lo aceptaría. Y a partir de ahí, Tarby comenzó a alejarse de Lewis. Entonces, Lewis concibió un plan bastante complejo para impresionar a Tarby, creyendo que con esto volvería a ser su amigo, como lo había sido en las recientes semanas. Pero las acciones de Lewis, que incluían realizar magia, tuvieron efectos inesperados y muy, muy peligrosos... pero esto ya no se los puedo contar.
Hay una película de 2018, basada en esta novela y con el mismo título (con Jack Black como el tío Jonathan y Cate Blanchett como la señora Zimmermann) que, si bien es bastante entretenida y algo aterradora, la verdad es que tiene muchos cambios con respecto a esta novela. Mi recomendación es que, independientemente de si ya vieron o piensan ver esta versión cinematográfica, lean la novela, que es de verdad estupenda.
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La casa con un reloj en sus paredes. John Bellairs. Traducción de Sara Cano. Alfaguara (1a. ed., septiembre de 2018). 186 págs.
de John Bellairs
Jesús Guerra
La historia transcurre en el año 1948. Lewis Barnavelt tenía 10 años y hacía poco sus padres habían fallecido en un trágico accidente automovilístico. Por fortuna, Lewis tenía un tío —hermano de su padre—, llamado Jonathan van Olden Barnavelt —a quien Lewis nunca había conocido—, con quien podía vivir. Así, Lewis se fue en autobús del condado de Milwakee en donde hasta entonces residía, al pueblo de New Zebedee, en el condado de Capharnaum, en el estado de Michigan. Al llegar, lo recibió Jonathan —un hombre regordete y simpático— y lo llevó a su casa, que sería a partir de entonces, también la casa de Lewis.
Edición en inglés |
Al recién llegado le impresionó: era una mansión preciosa, aunque vieja y algo siniestra. Al llegar conoció a la señora Florence Zimmermann, amiga y vecina de su tío. De inmediato, Lewis se dio cuenta de que eran algo excéntricos los dos, pero buenas personas y muy amables con él. Otra cosa que llamó su atención fue la enorme cantidad de relojes que tenía su tío, todos funcionando y haciendo tic-tac por toda la casa.
Con el paso de los días, Lewis se fue enterando, por conversaciones con su tío y su vecina, que Jonathan apenas tenía cinco años viviendo en esa casa, la cual compró cuando murió su antiguo residente, un poderoso hechicero llamado Isaac Izard, el cual, al parecer, había escondido un reloj mágico en algún lugar de la casa, cuyo tic-tac se escuchaba, a veces muy fuerte, a veces apenas perceptible, tras cada una de las paredes de la mansión. Por eso Jonathan tenía tantos relojes, para acallar el sonido de ese reloj fantasmal. Jonathan y la señora Zimmermann sospechaban que ese reloj tenía un propósito, y suponían que no debía de ser nada bueno, pero desconocían cuál podría ser.
Edición en francés |
Cuando por fin llegó la fecha de que Lewis entrara a su nueva escuela, le pasó lo mismo que le pasaba en la anterior: que no tenía amigos, porque era gordito y malísimo para los deportes. Sin embargo, una tarde, comenzó a jugar con él Tarby, el niño más popular de la escuela, y el jugador estrella de todos los deportes. La razón era que Tarby se había roto un brazo y no podía hacer deporte con los demás.
Lewis estaba encantado. Así que una noche invitó a su amigo a cenar a su casa para que su tío hiciera algo de magia. Y, en efecto, Lewis, Jonathan y Florence se la pasaron de maravilla, pero la verdad es que Tarby se asustó, aunque por supuesto nunca lo aceptaría. Y a partir de ahí, Tarby comenzó a alejarse de Lewis. Entonces, Lewis concibió un plan bastante complejo para impresionar a Tarby, creyendo que con esto volvería a ser su amigo, como lo había sido en las recientes semanas. Pero las acciones de Lewis, que incluían realizar magia, tuvieron efectos inesperados y muy, muy peligrosos... pero esto ya no se los puedo contar.
Hay una película de 2018, basada en esta novela y con el mismo título (con Jack Black como el tío Jonathan y Cate Blanchett como la señora Zimmermann) que, si bien es bastante entretenida y algo aterradora, la verdad es que tiene muchos cambios con respecto a esta novela. Mi recomendación es que, independientemente de si ya vieron o piensan ver esta versión cinematográfica, lean la novela, que es de verdad estupenda.
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La casa con un reloj en sus paredes. John Bellairs. Traducción de Sara Cano. Alfaguara (1a. ed., septiembre de 2018). 186 págs.
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