Festín de muertos
Antología de relatos mexicanos de zombis
(3)
Jesús Guerra
Si
llegaron a esta entrada sin haber leído las anteriores, permítanme decirles que
hay dos anteriores, la primera y segunda partes de esta reseña de
Festín de muertos. Sigo, pues, con mis comentarios...
El cuento número nueve se llama «Los días con Mona», y es de
Joserra Ortiz (escritor nacido en San Luis Potosí, en 1981). Es un relato
intimista en medio del caos del apocalipsis zombi en una gran ciudad mexicana.
Calles vacías, edificios solitarios, casas muertas. Todo está en ruinas. Los
personajes son el narrador —un joven en sus veintes, supongo— y una chica
llamada Mona, y ambos se encuentran en alguna parte de su huida permanente. El
joven nos cuenta de aquellos días, hace mucho tiempo, en que compartió su huida
—de una casa a otra, de un escondite a otro— con esa joven bellísima, a la que
nunca pudo conquistar, porque ella creía que el amor y el sexo arruinan las
relaciones de las personas, y como no podían saber cuánto tiempo estarían
juntos, viviendo como nómadas de las ruinas, ella prefería no arriesgarse. En
esos días conversaban de todo. Luego ella se obsesionó con la idea de entender
el significado de lo que sucedía, que los muertos se hubieran levantado y atacaran
a los vivos, y con eso, cambió también la relación entre ambos.
El relato está bien escrito, es ágil, atractivo, interesante y
tiene un final abierto que, como todos los finales abiertos, molestan a unos,
desconciertan a otros, y les encantan a los demás.
El décimo relato lleva el título «Los Zetas», y es de Bernardo
Fernández, conocido como Bef (escritor e historietista nacido en la
Ciudad de México, en 1972). Es un cuento brevísimo, bueno y ambiguo, en formato
de cómic. Cada página es un recuadro. Ocho recuadros, ocho páginas. Creo que
está bien contado y los dibujos son interesantes. Pero no puedo contarles nada
más.
El cuento número once tiene el título «El puente», y fue escrito
por Gabriela Damián Miravete (quien nació en la Ciudad de México, en 1979). Su
relato es sugerente, envolvente y alucinante, está bastante bien contado y
tiene elementos siniestros bien administrados.
Una mujer (no sabemos su edad, pero es joven) está en su departamento,
sola, viendo la televisión cuando se va la luz. Por los ruidos que hacen los
vecinos ella se da cuenta que no es un apagón sólo del edificio, debe de ser en
un sector amplio. Escucha a los vecinos pero ella está cansada, apática. Se
acuesta a esperar a que regrese la luz, y recuerda los sueños que ha estado
teniendo en los últimos días. Ha soñado con su tía, la querida tía, ya
fallecida. Y en los sueños, aunque ella sabe que su tía está muerta, no le
tiene miedo pues la ve como era en su juventud. Pero en el sueño un río
separaba a la mujer que sueña y a su tía. Y se pusieron a construir un puente
con objetos que la soñadora encontraba en el bosque. Objetos relacionados con
su niñez y con la juventud de su tía. Y el puente se iba formando, poco a
poco... Este sueño tiene repercusiones terribles en la realidad de la mujer que
está acostada, en la oscuridad, intentando no quedarse dormida... Un relato
espléndido, con una atmósfera muy bien lograda.
El cuento número doce tiene el título «Como cada vez», y fue
escrito por Karen Chacek (nacida en la Ciudad de México, en 1972). En un tiempo
futuro indeterminado, en el que conviven los humanos y los zombis, el amor en
realidad ya no existe. Sólo los viejos hablan de amor cuando rememoran su
juventud. La narradora y protagonista de este relato es una zombi, o eso parece,
que no ha perdido la esperanza, absurda, de llegar a enamorarse. Lo que existe
en ese momento son unas relaciones carnales perturbadoramente extrañas...
Confuso en un inicio, es uno de esos cuentos que nos van dando las claves poco
a poco, y los lectores vamos entendiendo las cosas a medida que avanzamos en la
lectura. Es un texto muy eficaz que nos habla de un mundo verdaderamente
aterrador... quizá el mundo que ha comenzado a perfilarse ya en nuestro
horizonte.
El cuento número trece se llama «Sala de recuperación», y es de
Antonio Ramos Revilla (quien nació en Monterrey, en 1977). Prentice es un
«recuperado», un hombre que fue zombi por un breve período —el cuerpo de los
zombis que lo han sido por mucho tiempo se pudre a tal grado que no pueden ser
«curados»—, y fue salvado por los humanos, quienes no sólo han encontrado la
vacuna contra la infección, sino que, con tratamientos físicos y psicológicos,
curan el cuerpo y, se supone, la mente de los zombis recuperables. El objetivo
final de este tratamiento es la reinserción de los curados, su regreso a la
sociedad. El tratamiento psicológico es, más o menos, como el de un adicto a
quien hay que quitarle sus tendencias, en este caso: la urgencia por desgarrar
cuerpos, por matar, por comer humanos vivos. Este relato nos cuenta una sesión
del tratamiento de Prentice. Y los lectores, la verdad, no nos sentimos tan
confiados como los médicos, del éxito del tratamiento... Un estupendo y muy
inquietante relato.
El cuento número catorce lleva por título: «Angelito», y su autor
es Arturo Vallejo (quien nació en la Ciudad de México, en 1973). Es un cuento
muy breve y muy inteligente, de un agudo humor negro, en el que se nos relata
la historia de una mujer rebelde, la cual, nunca, desde niña, hizo lo que le ordenaban
la madre, sus novios, la sociedad. Es tan breve que no puedo contarles nada
más, sólo puedo recomendárselos muchísimo. Hay que tener en cuenta las
implicaciones sociológicas de esta brillante narración.
El relato número quince se llama «La primera en la frente», y es
de Ricardo Guzmán Wolffer (quien nació en la Ciudad de México, en 1966). Este
relato es otra parodia, pero de un tono y un estilo muy diferentes a «Los
salvajes», de Alberto Chimal (la otra parodia de este volumen). También, su
universo cultural es otro: aquí los géneros mezclados son zombis y lucha libre,
en el ring más grande de este país: el Zócalo de la Ciudad de México. Dos
luchadores que representan al pueblo —Sepu y el Milanesas— se dirigen al Zócalo
a pelear en una confrontación pública, pero secreta, en un tipo de lucha «muy»
libre, sin límite de tiempo y a muerte, contra un par de zombis asquerosamente
feos. Desde la invitación a la lucha hasta el premio se encuentran en clave
chilanga... Divertido, sin duda, pero —como ya apunté en el caso de la otra
parodia, según mi muy personal opinión— se encuentra fuera de lugar en este
libro, por el tono, no por el tema. Independientemente de eso, que finalmente
es un asunto de gusto personal, su lectura es sumamente recomendable.
. . . . . . . . . . . . . . .
Festín de muertos. Antología de relatos mexicanos de
zombis. Raquel Castro y Rafael Villegas
(antologadores). Editorial Océano, colección El Lado Oscuro. También se
consigue en edición de bolsillo, en la serie Océano Express. 180 págs.
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