jueves, 14 de junio de 2018

Festín de muertos (2)





Festín de muertos
Antología de relatos mexicanos de zombis
(2)

Jesús Guerra

En la entrada anterior de este blog comencé a comentarles este libro, Festín de muertos. Antología de relatos mexicanos de zombis, que me parece muy recomendable, tanto para jóvenes como para los amantes del género del terror en todas sus variantes. Dije que haría un comentario de cada uno de los 18 cuentos incluidos en el libro, así que sigo a partir de donde me quedé:

El segundo cuento se llama «El sótano de una casa en una calle apenas transitada», de Édgar Adrián Mora (nacido en Tlatlauquitepec, en 1976). Es un relato muy efectivo ubicado en un momento posterior a la infección zombi, cuando ya incluso se ha encontrado la manera de detenerla, y de calmar a los zombis, volviéndolos inofensivos, aunque no se ha encontrado la manera de curarlos, puesto que, de hecho, están muertos. Se nos cuenta que hubo una época anterior en la que los zombis pasaron de ser cazadores a víctimas de los humanos que los exterminaban, porque los humanos no entendían (o quizá no querían entender) que los infectados ya no eran violentos. Los pocos zombis que quedaron pasaron a ser tolerados, y de hecho el gobierno lanzó una campaña para que la gente que así lo deseara, pudiera adoptar un zombi. (La verdad es que esta idea es una maravilla.) Y el tío Roberto fue una de las personas que adoptó uno, y cuando el tío murió, lo heredó Sofía. Ella misma no sabía muy bien por qué lo había aceptado, y había días en que deseaba que al bajar al sótano en el que lo tenía encadenado, lo encontrara muerto... hasta que comprendió que nunca moriría... Así que los destinos de ambos estarían unidos por mucho tiempo... Y ya no les cuento más. Este relato me parece estupendo. Muy bien ubicado entre la ciencia-ficción, el terror y el humor negro.

El tercer cuento lleva por título «El deber de los vivos», y es de Jorge Luis Almaral (nacido en Culiacán, en 1985). Se trata de un relato muy corto pero eficaz, en tono de humor negro, aunque, como todo lo humorístico, en el fondo es muy serio, y en este caso hace una pregunta importante que cada lector tendrá que responderse.

Nos cuenta de un chavo de prepa que camina con rapidez para llegar a la escuela. Se le pasó el autobús porque se quedó dormido, y eso debido a que se quedó viendo películas de zombis hasta la madrugada. Casi llegando a la escuela escucha un golpe en la reja metálica de un edificio y voltea a ver qué pasa, y ve a una mujer, en bata, con el rostro magullado, con moretones y heridas en los brazos y piernas, que se lanza contra la reja, como si no pudiera verla, o como si no entendiera que hay que abrirla primero. El chavo se impresiona, piensa que la mujer debe estar enferma o drogada. Se acerca a la puerta enrejada para verla mejor. Y se pregunta si será un zombi. El chavo sabe que es una tontería siquiera pensarlo, pero el asunto es que la mujer parece un zombi, y actúa como un zombi... ¿Cómo saber si lo es?... ¿Qué haríamos (¿qué harías tú?) si nos encontramos ante una situación tan extraña que pareciera que se están fundiendo el mundo de la fantasía y el de la realidad? Muy interesante y bien contado.

El cuarto relato se llama «Show Business», y es de Omar Delgado (autor nacido en la Ciudad de México, en 1975). Un equipo de filmación norteamericano llega a una isla de Asia en donde se encuentran todos los zombis de una epidemia que finalmente quedó contenida. Es la isla de los zombis. Durante una época, los millonarios iban a esa isla a dispararle a los zombis. Uno de esos millonarios excéntricos que deseaba destrozar muertos vivientes mientras escuchaba música clásica a todo volumen, descubrió que una pieza en particular, el concierto de Brandemburgo número 4 de Bach, paralizaba a los zombis, o más bien los dejaba como hipnotizados. Esa información la leyó el director de cine, megalómano y pretencioso, que está a la cabeza de ese equipo de filmación que acaba de llegar. Lo que quiere es filmar la escena final de su película ahí, una película de guerra sobre la Segunda Guerra Mundial, y quiere utilizar a los zombis como «extras», para darle mayor realismo a la carnicería... Ya no puedo contares más, pero a mí este relato me ha parecido muy divertido e ingenioso, y les aseguro que vale la pena leerlo. Como todas las buenas obras sobre zombis, el mensaje subyacente es que la verdadera plaga en este planeta la constituimos los seres humanos.




El cuento número cinco de esta antología lleva por nombre «Día de muertos», y es de José Luis Zárate (escritor nacido en Puebla en 1966). Este es uno de los cuentos que más me han sorprendido de este libro. Y es que es uno de los que sí se apropian verdaderamente del género de los zombis y lo vuelven un género mexicano: el resultado, entonces, es una obra que no pudo haberse escrito en ninguna otra parte del mundo. Lamentablemente no puedo contarles nada de él porque se los echaría a perder a ustedes, sus futuros lectores. Pero se los recomiendo de manera especial. Es imaginativo, original, aterrador a su manera, y emotivo. La verdad, es un cuento memorable.

El sexto relato es «Los primeros atardeceres del incendio», escrito por César Silva Márquez (narrador nacido en Ciudad Juárez en 1974). Similar al caso del cuento anterior, éste es también uno de los relatos que cumple muy bien con los principios planteados para esta antología, es uno de los relatos que se han apropiado del género de los zombis y lo han adaptado a México bastante bien, a pesar de que desde la perspectiva de las circunstancias narradas, es más bien un cuento clásico de este género, lo cual es también bastante bueno. El narrador es un periodista de Ciudad Juárez, y lo que nos cuenta es cómo empezó la infección zombi en dicha ciudad; cómo él y algunos de sus compañeros de trabajo se enfrentaron por primera vez a los muertos vivientes, qué era lo que la gente decía, las especulaciones que hacían, los rumores que escuchó, y cómo a partir de un momento dado, la invasión zombi se dio con una enorme rapidez. Sin duda, un cuento interesantísimo.

El séptimo relato es «Sobrevivir», y su autora es Cecilia Eudave (escritora nacida en Guadalajara, en el año 1968). Esta es una de las narraciones breves del libro. Está contado o «pensado», digamos, por un zombi. No sólo es un zombi sino, probablemente, el último zombi sobre la Tierra, un planeta en el que ya tampoco hay humanos ni animales. De este cuento me gusta la idea central, que me parece muy interesante y terrible, pero no termina de convencerme la manera en que está narrado, simplemente porque se supone que los zombis no piensan, y al volverlo un ser nostálgico y melancólico, que piensa casi de manera poética, el relato destruye la idea de lo que es un zombi. La pena por el zombi nos tiene que dar a los lectores, no al zombi. Por lo menos, claro, pensando desde una perspectiva de literatura de terror. Aun así, creo que vale mucho la pena leer este relato pues tiene otros aciertos.

El octavo cuento se llama «Los salvajes», y su autor es Alberto Chimal (quien nació en Toluca en 1970). Este relato es una parodia. Muy divertida e ingeniosa, en donde se mezclan narcos, escritores y zombis. El texto en sí es bastante bueno, sumamente disfrutable, pero me parece fuera de lugar. Es, evidentemente, una cuestión de gusto personal. Si el libro fuera una antología humorística, estaría perfecto, pero en un libro que pretende «adueñarse» del género de los zombis, la parodia parece más bien representar la incapacidad para adueñarse del género. La fórmula es: si no puedes escribir en un género determinado, búrlate de él, ¿no? En realidad, ése es el caso de muchas parodias, pero no siempre es el motivo para escribirlas, y además me parece claro que éste no es el caso pues Chimal es un gran conocedor de los géneros literarios y es un escritor talentoso. Prefiero no mencionar de qué trata esta parodia, aunque ya mencioné a algunos de los personajes, para no arruinarles su propia lectura. De que vale la pena leer este relato, no hay duda, y de que se van a sorprender y a reír, tampoco.

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Festín de muertos. Antología de relatos mexicanos de zombis. Raquel Castro y Rafael Villegas (antologadores). Editorial Océano, colección El Lado Oscuro. También se consigue en edición de bolsillo, en la serie Océano Express. 180 págs.




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