viernes, 22 de junio de 2018

Festín de muertos (3)





Festín de muertos
Antología de relatos mexicanos de zombis
(3)

Jesús Guerra

Si llegaron a esta entrada sin haber leído las anteriores, permítanme decirles que hay dos anteriores, la primera y segunda partes de esta reseña de Festín de muertos. Sigo, pues, con mis comentarios...

El cuento número nueve se llama «Los días con Mona», y es de Joserra Ortiz (escritor nacido en San Luis Potosí, en 1981). Es un relato intimista en medio del caos del apocalipsis zombi en una gran ciudad mexicana. Calles vacías, edificios solitarios, casas muertas. Todo está en ruinas. Los personajes son el narrador —un joven en sus veintes, supongo— y una chica llamada Mona, y ambos se encuentran en alguna parte de su huida permanente. El joven nos cuenta de aquellos días, hace mucho tiempo, en que compartió su huida —de una casa a otra, de un escondite a otro— con esa joven bellísima, a la que nunca pudo conquistar, porque ella creía que el amor y el sexo arruinan las relaciones de las personas, y como no podían saber cuánto tiempo estarían juntos, viviendo como nómadas de las ruinas, ella prefería no arriesgarse. En esos días conversaban de todo. Luego ella se obsesionó con la idea de entender el significado de lo que sucedía, que los muertos se hubieran levantado y atacaran a los vivos, y con eso, cambió también la relación entre ambos.

El relato está bien escrito, es ágil, atractivo, interesante y tiene un final abierto que, como todos los finales abiertos, molestan a unos, desconciertan a otros, y les encantan a los demás.

El décimo relato lleva el título «Los Zetas», y es de Bernardo Fernández, conocido como Bef (escritor e historietista nacido en la Ciudad de México, en 1972). Es un cuento brevísimo, bueno y ambiguo, en formato de cómic. Cada página es un recuadro. Ocho recuadros, ocho páginas. Creo que está bien contado y los dibujos son interesantes. Pero no puedo contarles nada más. 

El cuento número once tiene el título «El puente», y fue escrito por Gabriela Damián Miravete (quien nació en la Ciudad de México, en 1979). Su relato es sugerente, envolvente y alucinante, está bastante bien contado y tiene elementos siniestros bien administrados.

Una mujer (no sabemos su edad, pero es joven) está en su departamento, sola, viendo la televisión cuando se va la luz. Por los ruidos que hacen los vecinos ella se da cuenta que no es un apagón sólo del edificio, debe de ser en un sector amplio. Escucha a los vecinos pero ella está cansada, apática. Se acuesta a esperar a que regrese la luz, y recuerda los sueños que ha estado teniendo en los últimos días. Ha soñado con su tía, la querida tía, ya fallecida. Y en los sueños, aunque ella sabe que su tía está muerta, no le tiene miedo pues la ve como era en su juventud. Pero en el sueño un río separaba a la mujer que sueña y a su tía. Y se pusieron a construir un puente con objetos que la soñadora encontraba en el bosque. Objetos relacionados con su niñez y con la juventud de su tía. Y el puente se iba formando, poco a poco... Este sueño tiene repercusiones terribles en la realidad de la mujer que está acostada, en la oscuridad, intentando no quedarse dormida... Un relato espléndido, con una atmósfera muy bien lograda.




El cuento número doce tiene el título «Como cada vez», y fue escrito por Karen Chacek (nacida en la Ciudad de México, en 1972). En un tiempo futuro indeterminado, en el que conviven los humanos y los zombis, el amor en realidad ya no existe. Sólo los viejos hablan de amor cuando rememoran su juventud. La narradora y protagonista de este relato es una zombi, o eso parece, que no ha perdido la esperanza, absurda, de llegar a enamorarse. Lo que existe en ese momento son unas relaciones carnales perturbadoramente extrañas... Confuso en un inicio, es uno de esos cuentos que nos van dando las claves poco a poco, y los lectores vamos entendiendo las cosas a medida que avanzamos en la lectura. Es un texto muy eficaz que nos habla de un mundo verdaderamente aterrador... quizá el mundo que ha comenzado a perfilarse ya en nuestro horizonte.

El cuento número trece se llama «Sala de recuperación», y es de Antonio Ramos Revilla (quien nació en Monterrey, en 1977). Prentice es un «recuperado», un hombre que fue zombi por un breve período —el cuerpo de los zombis que lo han sido por mucho tiempo se pudre a tal grado que no pueden ser «curados»—, y fue salvado por los humanos, quienes no sólo han encontrado la vacuna contra la infección, sino que, con tratamientos físicos y psicológicos, curan el cuerpo y, se supone, la mente de los zombis recuperables. El objetivo final de este tratamiento es la reinserción de los curados, su regreso a la sociedad. El tratamiento psicológico es, más o menos, como el de un adicto a quien hay que quitarle sus tendencias, en este caso: la urgencia por desgarrar cuerpos, por matar, por comer humanos vivos. Este relato nos cuenta una sesión del tratamiento de Prentice. Y los lectores, la verdad, no nos sentimos tan confiados como los médicos, del éxito del tratamiento... Un estupendo y muy inquietante relato.

El cuento número catorce lleva por título: «Angelito», y su autor es Arturo Vallejo (quien nació en la Ciudad de México, en 1973). Es un cuento muy breve y muy inteligente, de un agudo humor negro, en el que se nos relata la historia de una mujer rebelde, la cual, nunca, desde niña, hizo lo que le ordenaban la madre, sus novios, la sociedad. Es tan breve que no puedo contarles nada más, sólo puedo recomendárselos muchísimo. Hay que tener en cuenta las implicaciones sociológicas de esta brillante narración.

El relato número quince se llama «La primera en la frente», y es de Ricardo Guzmán Wolffer (quien nació en la Ciudad de México, en 1966). Este relato es otra parodia, pero de un tono y un estilo muy diferentes a «Los salvajes», de Alberto Chimal (la otra parodia de este volumen). También, su universo cultural es otro: aquí los géneros mezclados son zombis y lucha libre, en el ring más grande de este país: el Zócalo de la Ciudad de México. Dos luchadores que representan al pueblo —Sepu y el Milanesas— se dirigen al Zócalo a pelear en una confrontación pública, pero secreta, en un tipo de lucha «muy» libre, sin límite de tiempo y a muerte, contra un par de zombis asquerosamente feos. Desde la invitación a la lucha hasta el premio se encuentran en clave chilanga... Divertido, sin duda, pero —como ya apunté en el caso de la otra parodia, según mi muy personal opinión— se encuentra fuera de lugar en este libro, por el tono, no por el tema. Independientemente de eso, que finalmente es un asunto de gusto personal, su lectura es sumamente recomendable.

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Festín de muertos. Antología de relatos mexicanos de zombis. Raquel Castro y Rafael Villegas (antologadores). Editorial Océano, colección El Lado Oscuro. También se consigue en edición de bolsillo, en la serie Océano Express. 180 págs.



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