De Domingo a Lunes
de Francisco Hinojosa
Jesús Guerra
De Domingo a Lunes es un cuento de Francisco Hinojosa, sin duda uno de los escritores
preferidos de muchos niños y jóvenes mexicanos, y de él han aparecido en este
blog comentarios de algunos de sus libros: Léperas contra mocosos, La
peor señora del mundo, A golpe de calcetín, La fórmula del doctor
Funes, Aníbal y Melquiades, Amadís de anís... Amadís de codorniz,
Buscalacranes, y, para jóvenes, Con los ojos abiertos (si haces clic aquí abrirás la página con el comentario de su libro Buscalacranes,
y en la parte inferior encontrarás las ligas a los comentarios de sus otros
libros).
Les platico un poco de qué trata De Domingo a Lunes:
en un lugar llamado Groentalia, un señor de nombre Juan Domingo Águila, que
tiene muchísimo dinero, acostumbra hacerle regalos maravillosos al primer niño
o niña que nace el primero de enero de cada año. Son regalos que se han vuelto
famosos en el mundo. El autor nos dice que: «A su primer ahijado, de nombre
Arnulfo, le dio un ferrocarril de juguete que recorría casi un kilómetro y
pasaba por puentes, túneles, montañas, pueblos, desiertos y lagos en
miniatura».
A otra ahijada, llamada Grunilla, «le regaló una máquina
llamada Caja Golosa», y era una pequeña fábrica de golosinas verdaderamente
fantástica. A otra ahijada, llamada Cristalina, le regaló un parque de
diversiones completo. A Gelasio le regaló un enorme acuario, construido junto
al parque de diversiones de Cristalina, en el que se podían admirar desde los
animales marinos más pequeños, como los caballitos de mar, hasta animales
grandísimos, como las mantarrayas gigantes.
Y en el siguiente primero de enero, el primer niño del año
fue el hijo de Fortunato Feliz y de su esposa Estrella. Y como el niño nació en
lunes, le pusieron así: Lunes Feliz. Fue un golpe de suerte maravilloso para
Fortunato y Estrella, pues la verdad es que eran muy pobres. El día de la
premiación, un chofer pasó por la familia Feliz, los llevó a la mansión del
señor Juan Domingo Águila, y éste, después de las fotos y la conferencia de
prensa, los llevó a la costa, y de ahí en barco a una media hora de distancia,
a una pequeña isla en donde había mandado construir una casa enorme, la cual tenía,
en el exterior, corrales con vacas y caballos, y en la huerta plantas de todas
y árboles de frutas exóticas y deliciosas, y había un parque con juegos. Los
Feliz le hacían honor a su apellido. Cuando Domingo Águila se despidió de
ellos, les recordó que lo único que les pedía a cambio era que no faltaran a
las comidas que les ofrecía a todos sus ahijados y a sus papás, cada 31 de
diciembre. Fortunato y Estrella dijeron que ahí estarían...
Pero no pudieron estar ahí, ni ese 31 de enero ni los
siguientes, porque cuando se le acabó la gasolina al pequeño barco que estaba
en la isla, Fortunato se dio cuenta de que la gente que trabajaba para el señor
Águila debió haber olvidado dejarles una reserva, así que durante los
siguientes 12 años los Feliz vivieron separados del mundo. Muy contentos, eso
sí, pues en su isla tenían todo lo necesario. Lo único malo de su situación era
que, al no tener contacto con otras personas, Lunes, por ejemplo, no conocía a
otros niños de su edad, aunque para remediar la falta de escuela sus papás se
encargaron de educarlo.
Cuando Lunes tenía 12 años ocurrió una tragedia. Por la
isla pasó un fuerte huracán que desprendió árboles del suelo y destruyó gran
parte de la casa de los Feliz. Y cuando el huracán se calmó, escucharon un
ruido extraño, Fortunato y su esposa decidieron salir a ver qué sucedía y le
pidieron a Lunes que se quedara escondido bajo la mesa del comedor. Pues lo que
pasaba por ahí era una enorme parvada de aves negras que oscurecieron el día
como si fuera de noche. Luego transcurrieron horas y horas, y los papás de
Lunes no regresaban. Y cuando Lunes salió de la casa, no encontró rastro alguno
de sus padres. ¿Qué iba a hacer? Los buscó por toda la isla, que era muy
pequeñita, y no los encontró. Supo entonces que tendría que ir a buscar a su
padrino, Juan Domingo Águila, para pedirle que lo ayudara a buscar a sus papás.
El problema era, ¿cómo llegar hasta la costa de Groentalia?
Y hasta aquí llegamos... Ya no puedo contarles más, salvo
que es en este punto en donde comienzan las verdaderas aventuras de Lunes
Feliz. También les puedo decir que De Domingo a Lunes es un cuento
interesantísimo, sumamente entretenido, que se deja leer muy rápido, porque
todo el tiempo queremos saber qué más sigue, hasta que llegamos al final.
Mi recomendación es que consigan este libro de inmediato y
lo lean tan pronto puedan porque, la verdad, lo van a disfrutar muchísimo. Pero
también les recomiendo que compren otros libros de este autor, si es que no los
han leído ya, pues les va a encantar.
. . . . . . . . . . . . . . .
De Domingo a Lunes. Francisco Hinojosa. Ilustraciones
de Rafael Barajas, el Fisgón. Fondo de Cultura Económica, colección A la
Orilla del Viento. Clasificación: Para los que Leen Bien. (Se puede conseguir
tanto en formato de libro impreso como de libro electrónico.) 124 págs.
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