Tito y el misterioso Amicus
Joel Franz Rosell
Jesús Guerra
A Úrsula, la abuela de Tito, se le cumplió uno de su deseo más grande:
recuperar la mansión de su infancia y juventud, ubicada en un pueblo cercano a
la ciudad en donde vivían Tito y su familia. Así que, en las vacaciones, la
familia de Tito —su papá, su mamá, Damián (su hermano mayor)— y él se fueron a
la casa de la abuela. Pero a Tito la idea no le gustaba mucho, pues suponía que
en ese lugar no habría gran cosa qué hacer.
Al llegar, todos encontraron de inmediato que podían realizar lo que
más les gustaba o lo que sabían que debían hacer: su hermano mayor se iba todos
los días al mar, que estaba a unos cuantos minutos de distancia, a nadar y a
hacer surf. Su padre, todas las mañanas se levantaba temprano para ir
hasta las montañas, que también estaban muy cerca, para escalarlas. Y su mamá
se instaló frente a la computadora para ver si en esos días lograba terminar su
tesis de doctorado. Sólo Tito vagaba por la casa y el patio sin saber muy bien
qué hacer. Además, como era un chavo de ciudad y para colmo tímido, no se le
ocurría hacer lo que otros chavos hacen de manera natural, como subirse a los
árboles o ir a la alberca del pueblo a nadar, a pesar de que Tito sabía nadar
de manera aceptable.
Para empeorar su aburrimiento, después de las comidas, debido al calor,
tanto su abuela como su madre se acostaban a dormir la siesta, la cual no
duraba menos de dos horas. Y a su abuela le encantaba. Era como si esperara
toda la mañana ese delicioso momento de la tarde.
A pesar de todo, la abuela de Tito parecía tener un cierto don para lo
maravilloso, que nadie de la familia notaba, sólo Tito, que la miraba intrigado
y se daba cuenta de pequeños detalles. Por ejemplo, a veces la abuela para
detener una discusión o por darle gusto a su familia, les ponía sobre la mesa
un postre recién hecho, aún caliente... pero Tito había notado que en ningún
momento estuvo encendida la estufa... Extraño. En una ocasión entró Úrsula, con
Tito junto a ella, a un cuarto que no parecía estar ahí... Muy extraño...
Pero las vacaciones de Tito comenzaron a cambiar una tarde, a la hora
en que su madre y su abuela dormían su siesta. Por ahí apareció un chavo que
por algún motivo se hizo amigo instantáneo de Tito. Y para un niño tímido como
Tito, estas cosas son casi milagrosas, porque Tito de inmediato se sintió
cómodo con su nuevo amigo. Y este amigo, que de momento parecía negarse a
responder determinadas preguntas de Tito, incluso a decirle cómo se llamaba, le
habló, por ejemplo, de los árboles del patio trasero, de cómo se quemó un pino,
y de cómo Tito debería de subirse a algunos de esos árboles... Y con el paso de
los días, este amigo, que una tarde le dijo que podía llamarlo Amicus, le
enseñó muchas cosas a Tito. Pero Amicus tenía la costumbre de llegar y de
marcharse de manera imprevisible.
Algunas tardes Tito esperaba a Amicus por un buen rato y éste no
llegaba; otras veces, Tito se atrevía a hacer alguna cosa particularmente
complicada para él, y Amicus llegaba, lo ayudaba de alguna manera extravagante,
o simplemente le decía cómo resolver algo, y se volvía a ir... ¿Por qué era así
Amicus, y por qué no le decía su verdadero nombre, pues Amicus no es un nombre?
¿Por qué era tan misterioso? Tito no lo entendía. Y cuando Tito le habló de su
extraño amigo a su abuela, ésta se comportó de una manera muy enigmática... Si
quieres saber por qué Amicus se comportaba así, y qué sucedió con el resto de
las vacaciones de Tito, que se volvieron extraordinarias, tendrás que conseguir
este libro espléndido y misterioso, divertido y emocionante, y leerlo hasta la
última página. Y ni cuenta te vas a dar, de repente ya lo habrás acabado, y
hasta lo vas a querer leer otra vez.
Ya han aparecido en este blog comentarios de dos libros de este
escritor e ilustrador cubano, Joel Franz Rosell, igualmente espléndidos: Concierto No. 7 para violín y brujas y La leyenda de Taita Osongo.
Te recomiendo que las leas, pues ahí encontrarás algunos datos biográficos y
una buena parte de los títulos de los otros muchos libros que ha escrito este muy
recomendable autor.
. . . . . . . . . . . . . . .
Tito y el misterioso Amicus. Joel Franz Rosell. Ilustraciones de Luis Safa.
Fondo de Cultura Económica, colección A la Orilla del Tiempo. Clasificación:
«Para los que leen bien». México, 2017. 112 págs.
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