El pozo de los ratones
y otros cuentos al calor del fogón
de
Pascuala Corona
Jesús Guerra
Este
libro tiene la particularidad de ser el número 1 de la colección de libros para
niños A la Orilla del Viento, del Fondo de Cultura Económica. Se publicó en 1991,
pero es un libro que originalmente publicó la Secretaría de Educación 40 años
antes, en 1951, con el título Cuentos de rancho. Fue el segundo de los
15 libros de cuentos infantiles que publicó esta autora. El primero fue Cuentos
mexicanos para niños, en 1945, y el último Quetzalcóatl y la hormiga
maicera, en 2009.
En
realidad, Pascuala Corona era el seudónimo que utilizaba para su literatura
infantil la escritora, investigadora, promotora cultural, ilustradora y
recopiladora de relatos mexicanos populares Teresa Castelló Yturbide, quien
nació en la Ciudad de México el 21 de marzo de 1917, y murió en la misma ciudad
el 20 de enero de 2015, dos meses antes de cumplir los 98 años.
El pozo de los ratones y otros cuentos al calor del fogón es un libro con una estructura muy tradicional. La narradora, ya
adulta, recuerda una noche en que, de niña, estuvo en el rancho junto con sus
hermanas y sus hermanos. Estaban todos en la cocina viendo a Felipa, la cocinera,
preparar unos tamales. Y en lo que los tamales estaban listos, varios de los
trabajadores del rancho se pusieron a contar cuentos, para pasar el tiempo.
El
primero en contar un cuento fue el caporal, a quien todos llamaban el Vale. Era
ya un anciano que antes había sido arriero, y contó el relato llamado «Juan
Cantinplatas». Les cuento un poco de este relato que es parte de la tradición
cuentística mexicana. Trata de un matrimonio de campesinos muy pobres que tienen
un hijo pequeño. El hombre, desesperado, le dice a su esposa que va a ver si
consigue trabajo, pero en realidad se va a la sierra pues ha escuchado que el
diablo da dinero. Ya muy adentro de la sierra, solo, comienza a gritarle al
diablo para que se le presente. Luego de un rato se encuentra a un caballero,
vestido de manera muy elegante, y éste le pregunta al campesino qué hace ahí.
El campesino le dice lo que ha ido a hacer. El caballero le dice que él es el
diablo. Se quita el sombrero y le muestra los cuernos. El hombre le pide una
cantidad de dinero. El diablo le dice que le dará lo que pide pero que eso
tiene un costo y deberán firmar un contrato. Le dice que le pedirá que le
entregue a su hijo cuando éste cumpla doce años.
El
campesino lo duda pues ama a su hijo, pero la pobreza es mucha, así que acepta.
El diablo redacta un contrato con su propia sangre y firma. El campesino firma
con su sangre. El diablo, entonces, le dice cómo llegar a una caverna en la que
encontrará muchísimas monedas de oro. Le dice que tome las que pueda cargar y
se vaya a su casa. El hombre hace lo que le indicó el diablo y regresa a su
casa cargado de oro. Su mujer casi se desmaya y le pregunta de dónde ha sacado
todo eso. El marido le miente y le responde que lo encontró enterrado.
El
campesino, con ese dinero, monta un negocio y le va de maravilla. Pero a medida
que pasa el tiempo se va volviendo más triste. Su hijo, ya casi de doce años,
le pregunta un día qué le pasa si les va tan bien. El hombre no tiene más
remedio que contare todo a su hijo, y éste sorprende a su padre diciéndole que
no se preocupe, que en su corazón no cabe más que Dios, y que él mismo
arreglará las cosas...
Ya no les
cuento lo que sigue, y si quieren saberlo tendrán que leer este interesantísimo
libro.
Cuando el
caporal termina su cuento todos los presentes lo celebran, y el Vale dice: «Y ahora,
doña Mariquita, a ver usted qué nos cuenta». Ella era el ama de llaves de la
hacienda, y les contó el cuento «El zonzo». Luego tocó el turno al
caballerango, llamado Guadalupe, quien dijo: «Pues ya que doña Malaquita nos
contó el cuento de un zonzo, yo les haré ver que en el mundo también los vivos
andan sueltos, si no, lo verán con la beata. Y Guadalupe contó «La beata».
Luego le
llegó el turno a Concha, la costurera, y ella les contó el cuento «Majomalay o
Gaitagileno». Al terminar, y viendo que Cuallita, la nana de los niños, no
quiso contarles nada, le pidieron a Felipa, la cocinera, que contara un cuento.
Ella sí aceptó y les contó la «Aventura de dos ladrones». Cuando Felipa
terminó, le pidieron a María, la galopina, que les contara alguna historia y
ella narró el relato llamado «La Malagona». Luego, le pidieron al Vale, que
contara otro cuento: «—Está bueno —dijo el caporal—, pero se me están quietos.»
Y cuando el silencio estuvo a su gusto, contó el cuento «El pozo de los
ratones».
La
narradora dice que cuando el caporal terminó de contar su cuento ya los tamales
se habían cocido y el atole ya estaba hirviendo. Todos se empezaron a ir de la
cocina, pues ya era hora de cenar. Y la narradora continúa: «Si ustedes,
lectores, van a una hacienda y quieren oír contar a los rancheros, inventen
hacer tamales, que al cabo mientras se cuecen ya ven que hay tiempo. Aquí
tienen la receta». Y, en efecto, el libro termina con la lista de ingredientes
y sus cantidades para hacer tamales, la manera de hacerlos y la receta para
hacer atole.
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El pozo de los ratones y otros cuentos al calor del fogón. Pascuala Corona. Ilustraciones de Blanca Dorantes. Fondo de Cultura
Económica, colección A la Orilla del Viento. Clasificado «Para los que leen
bien». 1a. ed., 1991; décima reimpresión, 2017. 100 págs.
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