[Literatura Juvenil]
Dos cuentos de Robert Louis Stevenson:
«Markheim» y «Los ladrones de cadáveres»
Jesús Guerra
En una de las entradas recientes de este blog les recomendé la novela
de aventuras La isla del tesoro, del escritor escocés Robert Louis
Stevenson (pueden leer el comentario aquí). Este estupendo narrador nació en
1850, justo a la mitad del siglo XIX, y murió en 1894, apenas a los 44 años de
edad, lo cual no le impidió dejarle al mundo una obra literaria maravillosa que
sigue ejerciendo una enorme influencia; y sin duda alguna es uno de los
escritores fundamentales de la literatura en inglés. Su novela La isla del
tesoro está considerada como la esencia de la novela de aventuras, pero
Stevenson no sólo escribió historias de aventuras, escribió también poemas,
ensayos, narraciones de viajes y, sobre todo, muchos relatos de misterio y de
terror. Precisamente de este tipo de relatos hoy les recomiendo dos,
importantes, interesantísimos y deliciosos...
El primero es «Markheim», que es el apellido del protagonista; se
trata de un cuento corto que se publicó primero en revista, en 1885, y
finalmente en uno de los libros de relatos de Stevenson, en 1887. Markheim es
un hombre de 36 años que llega a una tienda de antigüedades en una navidad con
el pretexto de comprar un regalo. El anticuario desconfía de él pero le muestra
varias cosas, entre ellas un espejo (lo que desencadena un diálogo muy
sugestivo entre los dos). Cuando el anticuario le da la espalda para tomar otro
objeto para mostrárselo a su extraño cliente, Markheim saca un cuchillo y lo
mata. El asesino camina por la tienda, que está casi a oscuras, mirando objetos
y pensando no sólo en lo que acaba de hacer sino en su vida en general, y
comienza a angustiarse, porque escucha ruidos y piensa que hay alguien más en
la tienda. Pero el asesino sabe que eso no es posible porque él estuvo
vigilando y no entró a la tienda sino hasta que vio que la muchacha de servicio
del anticuario salió de ahí, arreglada para su tarde libre. Luego busca las
llaves de las oficinas entre las ropas del cadáver y sube a los cuartos del
segundo piso. Estando ahí, vuelven sus nervios cuando escucha con claridad unos
pasos, y luego ve entrar a un hombre que le dice «¿Me llamaba?»
Portada de un audiolibro |
Ni el asesino ni los lectores sabemos quién es, sólo podemos
suponerlo. El hombre le dice que si quiere, él le puede ayudar a encontrar el
lugar en donde está el dinero. Así, ambos personajes entablan un diálogo sobre
el tema del bien y el mal, en el que el desconocido intenta convencer al
asesino de que debe enfrentar que es un hombre malvado, y éste se defiendo
diciendo que son las circunstancias las que lo han llevado a cometer los
crímenes que lleva a cuestas. ¿Quién es el desconocido? ¿Es la conciencia del
asesino, o es, como el mismo Markheim supone, el diablo? Este relato no es sólo
interesante sino que, como algunos otros de este autor, nos hace partícipes de
una reflexión acerca de la naturaleza del mal y de la culpa.
El segundo cuento que les quiero recomendar se llama «Los ladrones de
cadáveres» —en español, hay que señalarlo, ha sido traducido tanto en singular
(«El ladrón de cadáveres») como en plural, aunque en inglés el título es en
singular—; este cuento fue publicado por primera vez en diciembre de 1884 en
una revista llamada Pall Mall Gazette.
El cuento comienza con una de las frecuentes reuniones de un grupo de
amigos en una posada de un pueblo inglés; podía haber más o menos amigos en las
reuniones pero siempre estaban presentes el dueño de las pompas fúnebres del
lugar, un señor llamado Fettes y el narrador de la historia. En esta ocasión,
mientras beben, llega a la posada un médico de Londres que va en camino a
atender a un paciente. Cuando Fettes escucha el nombre del médico (Wolfe
Macfarlane) se indigna y va a enfrentar al doctor que ya está por salir del
lugar. Por las palabras que cruzan les queda claro a sus compañeros de mesa que
Fettes y el médico se conocían y que sus relaciones no quedaron nada bien, pero
cuando el doctor se va, Fettes se despide de sus amigos sin darles ninguna
explicación y se marcha a su casa. Los otros hombres se quedan tan intrigados
que se proponen investigar qué pudo haber sucedido antes.
Quien logra enterarse de lo sucedido es el narrador del relato, así
que nos lo cuenta. Cuando Fettes era joven estudió medicina en Edimburgo, y
tanto él como Macfarlane eran los asistentes de un conocido médico a quien sólo
llama K. Este doctor daba clases y en la escuela de medicina se requerían
cadáveres para realizar disecciones. A las órdenes de K, sus dos asistentes
negociaban con un nuevo tipo de criminal: los ladrones de cadáveres, quienes se
encargaban de robarlos de los cementerios. Pronto Fettes comenzó a sospechar
que no todos los cadáveres que le entregaban para los estudios de anatomía
habían sido robados.
La historia narrada en este cuento es fascinante, y más si sabemos que
está basado, lejanamente, en un caso real. Resulta que a prinicipios del siglo
XIX comenzaron a efectuarse cada vez menos ejecuciones en Escocia, en momentos en
que los cadáveres de los criminales ajusticiados eran los únicos legalmente
entregados a los médicos para sus clases de anatomía, y cuando las ciencias
médicas comenzaban a lograr avances y requerían más cadáveres, tanto para los
estudiantes como para los investigadores, así que pronto algunos médicos, como
el famoso Robert Knox empezaron a pagar a ladrones de tumbas para recibir
cadáveres frescos. Esto, claro está, era ilegal, pero la situación era peor y
quedó al descubierto cuando se descubrió a un par de vendedores de cuerpos que
en realidad asesinaban a personas para vender sus cadáveres.
En el caso del cuento de Stevenson, la atmósfera del relato es tan
importante como los hechos y, sobre todo, cuidado con el final, que contiene
elementos sobrenaturales, muy bien manejados por parte del autor, de tal suerte
que logra que se nos pongan los cabellos de punta al leerlo.
Estos dos relatos son muy famosos y se pueden encontrar en muchos
libros diferentes, así que búsquenlos y léanlos, pues les aseguro que los van a
disfrutar mucho. Uno de esos libros es El diablo
de la botella y otros cuentos, el cual, además de los dos relatos
comentados contiene también el que le da el nombre al volumen, «El diablo de la
botella», «Olalla» y «La playa de Falesá».
. . . . . . . . . . . . . . .
El diablo de la botella y otros
cuentos.
Robert Louis Stevenson. Traducción de José Luis López Muñoz. Alianza Editorial.
Colección Literatura. 234 págs.
No hay comentarios:
Publicar un comentario