Los muertos andan en bici
de Christel Guczka
Jesús Guerra
El narrador es un niño que, cuando sea grande, quiere ser escritor. Forma parte de una familia un tanto extraña, por lo menos a los ojos de otras personas. Su mamá es fotógrafa y su papá es experto en anatomía, por lo que algunas de las piezas de su colección no son precisamente las que se encuentran en las colecciones de otras familias. También tiene un tío al que le falta un ojo, pero tiene una cabaña en el campo, y con frecuencia se la presta al narrador y sus papás para que vayan a pasar unos días de vacaciones. El tío, llamado Arnulfo, tiene, al parecer, una gran imaginación (ya verán por qué lo digo cuando lean este cuento). Y la familia tiene un perro de nombre Zacate.
En la escuela, el niño tiene problemas con su maestra, porque cada vez que ella les pide que escriban un texto con algún recuerdo familiar, o que lleven una foto interesante, o que cuenten sus vacaciones, la maestra se escandaliza, se enoja o se desmaya con lo que el personaje central les cuenta. A los lectores de este libro, en cambio, estas historias nos hacen reír.
Llegan las vacaciones y la familia de este niño se va a pasarlas a la cabaña del tío Arnulfo. Al sacar las cosas de la cajuela se dan cuenta que ahí va también el abuelo, es decir, el papá de la mamá del niño. Pero lo extraño no es tanto la manera en que viajó con ellos, sino el pequeño detalle de que el abuelo murió dos años atrás. El abuelo, que era un hombre lleno de vida, ahora está ahí, muerto-vivo, con ellos en la cabaña. Es como si fuera un zombi, pero no se comporta como un zombi, sino que hace lo que siempre hacía: platica, fuma su pipa, lee el periódico, sale a pasear, sin embargo, no tiene pulso pues está muerto... por si fuera poco, se encuentra en un lento pero inexorable proceso de putrefacción. Y, además, sigue con los problemas de memoria que ya tenía estando vivo.
Ni la mamá, ni el papá ni el niño entienden qué sucede, pero lo aceptan, porque, finalmente, es el abuelo, y la verdad les da mucho gusto verlo. Y esto, lógicamente, hace que las vacaciones del niño sean inolvidables, pero no les cuento lo que sucede para que lo descubran ustedes al leer este fantástico y espléndido cuento.
Es un libro bastante breve, muy efectivo, divertido, sorprendente y, a su manera, tierno. Yo leí la versión electrónica pero también se consigue en papel. En el e-book, al final, viene un video de la autora en el que comenta que, aunque hay un muerto en la historia, no es un relato de terror, sino que es más bien una especie de canto a la vida. Yo agregaría que es, también, un canto a la imaginación y a la memoria.
Su autora es Christel Guczka (quien también escribió el libro En el sur), y las magníficas ilustraciones son de Betania Zacarías.
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Los muertos andan en bici. Christel Guczka. Ilustraciones de Betania Zacarías. Ediciones El Naranjo, colección Mar de Cuentos (para niños lectores). 40 págs.
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