jueves, 12 de julio de 2018

Festín de muertos (4)





Festín de muertos
Antología de relatos mexicanos de zombis
(4 y último)

Jesús Guerra

Festín de muertos reúne 18 cuentos de zombis escritos por 18 narradores mexicanos. En las tres partes anteriores (primera aquí, segunda y tercera) he estado comentando cada uno de los relatos, hasta llegar al número 15. Así que continúo, entonces, con el cuento 16, llamado «Señor Z», su autor es Carlos Bustos (nacido en Guadalajara, en 1968). Es un relato que narra una breve, pero intensísima pasión. No es precisamente una historia de amor sino una atracción animal en un caluroso ambiente tropical. Es una pasión desenfrenada, al principio, producto más bien de una larga soledad. Una de las cosas que me han parecido más interesantes es que se trata de una vertiente argumental poco relacionada, en general, con los zombis.

No entro en detalles para no arruinarles la sorpresa. Sí les puedo decir que es un cuento que vale mucho la pena leer, a pesar de que el lenguaje con el que está escrito no me parece del todo adecuado para la narradora, pues la historia la cuenta una mujer. No sé si se deba precisamente a esto, pues una de las cosas más difíciles para los escritores es contar desde la perspectiva del género opuesto. Pero no es más que una impresión personal de una primera lectura. Está entre el realismo sucio a la americana y el melodrama violento tropical. Tal vez sea melodrama sucio con realismo violento costeño... o algo así. La clasificación no importa, importa, eso sí, que el relato es muy eficaz.

El cuento 17, el penúltimo de esta antología, se llama «El hombre que fue Valdemar», y su autora es Norma Lazo (quien nació en Veracruz, en 1966). Este es un relato clásico de zombis, lo cual me gusta mucho pues me parece que estas narraciones son muy necesarias en una antología como ésta, y es que luego de tanta experimentación, el lector tiende a perder de vista los orígenes del género. Además, es un texto muy bien escrito e inteligente.

Valdemar y Ana Laura están en esa edad en que comienzan a ser y a sentirse medio abandonados por sus hijos, ya que sus hijos, a su vez, están en esa edad en que empiezan a deslindarse de sus padres, aunque aún no se independicen de ellos (sus hijos son Simón, y a la chica le dicen Peaches). Es un proceso natural pero no por eso es fácil de aceptar por parte de los padres. Así que Ana Laura y Valdemar deciden ir de campamento con sus cada vez más ensimismados retoños, como lo hacían cuando éstos eran niños, y aunque en un principio los adolescentes no quieren, terminan por aceptar. Los padres quieren hacer ese último viaje, ese último campamento con sus hijos, sin saber cuan cierto es lo que se proponen.

Cuando van en la carretera ven que el sol se pone negro, como si fuera un eclipse, y el bosque adopta un color rojo sangre que no es el normal de los atardeceres. En el trayecto los padres no han querido encender la radio para evitar discusiones familiares. Por eso no se han dado cuenta de las últimas noticias: que el apocalipsis ha empezado ya, en todo el mundo al mismo tiempo, con la llegada de los cadáveres andantes. Un cuento bien narrado, interesante y emocionante, que se agradece.




El último de este libro, el número 18, lleva por título «El lugar del hombre». Este relato tiene una particularidad que me parece importante para los lectores coahuilenses, y es que su autor es Luis Jorge Boone, quien nació en Monclova, Coahuila, en 1977.

Este relato, me parece, es el de argumento más complejo, y trata de lo siguiente: cuando la plaga se terminó, luego de 12 años terribles, algunos de los países que la sufrieron —pues hubo algunos que cerraron sus fronteras— lo que intentaron hacer fue «olvidar» los acontecimientos. No era sólo una reacción psicológica espontánea sino un objetivo político planeado, por lo menos por algún partido, sus dirigentes y sus candidatos.

Inmediatamente después de apagarse la infección, lo que algunos grupos de personas hicieron, con la ayuda de esa ala política mencionada, fueron campañas de exterminio de los infectados. Pero algunas instituciones científicas opinaban que debían de conservarse algunos de esos desafortunados enfermos para poder estudiarlos, es decir, para estudiar la enfermedad, y así, intentar impedir que se presentara de nuevo en el futuro.

Este desencuentro de ideas lo que logró fue que un laboratorio importante se viese en la necesidad de realizar sus investigaciones en secreto. Y el investigador a cargo de realizar el estudio, con unos pocos infectados que lograron salvar del exterminio, concibió un plan extraño para demostrar su verdad...

«El lugar del hombre» es un cuento verdaderamente interesante de Luis Jorge Boone. Es un relato que toma elementos de otros géneros, como el thriller, además del terror, para desarrollar la historia que cierra esta interesantísima antología.

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Festín de muertos. Antología de relatos mexicanos de zombis. Raquel Castro y Rafael Villegas (antologadores). Editorial Océano, colección El Lado Oscuro. También se consigue en edición de bolsillo, en la serie Océano Express. 180 págs.



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