Inchi farofe
de Francisco Hinojosa
Jesús Guerra
Óliver Valencia es un niño de 10 años y medio y asiste a la Escuela
General Piripitache. Tiene la costumbre de que a todo, absolutamente a todo lo
que dice le agrega el adjetivo inchi en alguna parte y hasta más veces
si la frase es algo extensa o si, según él, lo amerita. A un amigo le puede
decir, por ejemplo: «Inchi Lorenzo, dame un trago de tu refresco», y a Lorenzo
no le importa. Pero cuando a la niña que le gusta le dice: «Inchi Juana
Margarita, ¿quieres ser mi inchi novia?», la verdad es que a ella no le suena
muy romántico.
A sus papás les molesta que diga esa palabra a cualquier hora y en
cualquier parte, pero sus abuelos decididamente odian que diga cosas como:
«Inchi abuela, qué delicioso está tu inchi espagueti», y hasta le prohíben regresar
si sigue hablando de esa manera. Y ya no hablemos de sus maestros de la
escuela.
Entonces, Óliver, cansado de que lo regañen y, además, porque quiere
volver a la casa de sus abuelos a comer esas delicias que prepara su abuela,
tiene una ocurrencia genial: sustituir esa palabra por otra, inventada por él.
Así, un día empieza a utilizar farofe en sustitución de inchi. «Farofe
Juana Margarita, quieres ser mi farofe novia», le dice un día a la niña que le
gusta. La verdad es que tampoco suena romántico, pero no suena insultante, más
bien parece una frase exótica y algo confusa.
«¿Y se puede saber qué significa para ti inchi o farofe?», le pregunta
un día su mamá. «Pues muchas cosas», le contesta Óliver, «Me la pones difícil.
Puede ser que algo me guste o no, que una persona me caiga bien o mal, que el
arroz que haces con zanahoria quede rico o espantoso. O sea...» Por supuesto
que la mamá de Óliver no entiende gran cosa y es que la explicación de su hijo
no es muy clara que digamos. En los términos de Óliver, podríamos decir que su
explicación es muy farofe.
Sin embargo, por esas cosas raras que pasan en la vida, la palabrita
nueva se pone de moda entre los alumnos de la escuela Piripitache. Los
maestros, confundidos buscan el significado, pero no lo encuentran por ninguna
parte, así que no pueden regañar a sus alumnos por utilizar una palabra cuyo
significado desconocen. Más raro todavía es que el farofe uso de farofe salta
de la escuela de Óliver a la gente de la calle, hasta que empieza a ser utilizada
en los medios de comunicación. Óliver se queda asombrado cuando escucha un día
en un noticiero que el locutor dice: «No se vayan, después de unos anuncios
tenemos para ustedes las noticias más farofes del día». Y poco después aparece
en el Diccionario del uso del español la siguiente farofe definición:
«Farofe. Adjetivo neutro que puede significar cualquier cosa, según el hablante
que la pronuncia».
A Óliver eso ya no le gusta nada, porque el autor de esa palabra es él
y nadie le da el crédito que merece. Lo que Óliver no sabe es que los señores
que hacen el diccionario le piden a un detective de la lengua que encuentre al
autor de esa nueva palabra... El farofe caso apenas empieza, pero por supuesto
yo ya no les puedo contar nada más.
Inchi farofe es, entre
otras cosas, una invitación a que reflexionemos sobre el significado de las
palabras que utilizamos y por qué, algo que parece claro, en realidad no lo es
tanto y por eso puede producir malos entendidos.
El libro tiene muchas y estupendas ilustraciones del reconocido
caricaturista Rafael Barajas, mejor conocido como el Fisgón.
Mi farofe recomendación es que consigan este librito maravilloso y
divertidísimo, y lo lean de inmediato. Se van a divertir como farofes enanos.
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Inchi farofe. Francisco Hinojosa. Ilustraciones de Rafael
Barajas, el Fisgón. Fondo de Cutura Económica, colección A la Orilla del Viento
(1a. ed., 2019). Clasificado «para los que leen bien». 72 págs.
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